viernes, 11 de noviembre de 2011

Enfoque Teoricos de la Etica y los Procesos Educativos

Enfoques teóricos de la ética y los procesos educativos

Las tendencias globalizantes, futuristas y cambiantes del mundo impactan y afectan de diversas formas los contextos económicos, políticos, sociales y culturales. Hoy día es más evidente que los procesos globales han desatado fuertes contradicciones y que lo que debería ser el surgimiento de sociedades más justas y libres se traduce en caos, en trastorno o malestar moral en el comportamiento del hombre; se generan crisis de valores éticos, el ser humano ha perdido su sentido de convivencia y sus valores compartidos.
Dentro de ese contexto global surgen tendencias para el debate educativo a nivel mundial que involucra a todas las sociedades, en este sentido, Stavenhagen (2000), afirma que no se puede desvincular la problemática educativa de las tendencias actuales de las sociedades en su relación con una prospectiva social mundial que presenta desafíos para el Siglo XXI, que nos hacen reflexionar prospectivamente sobre la clase de educación que los sistemas educativos están ofreciendo para que el hombre cambie sus expectativas de vida y dé paso a nuevas valoraciones y nuevas formas de entender el mundo de manera efectiva con responsabilidad, con conciencia social, con solidaridad universal, con respeto al mundo de la naturaleza, con esperanzas de un mundo mejor y posible (Stavenhagen, 2000), que promueve el desarrollo con valores compartidos para mejorar y enriquecer la vida de los seres humanos.
Debemos asumir que los problemas que existen son problemas nuestros y que nosotros somos los protagonistas (Cortina y Conill, 1998) y que las respuestas y soluciones a éstos pueden generarse cultivando al hombre con valores desde la escuela y por supuesto desde la familia, que es donde se adquieren parámetros éticos. En el seno de ésta, va dando significado y valor a sus acciones y a las de los demás; sin la construcción de personas que hace la ética cívica no tenemos ningún punto de partida para iniciar proyecto alguno que involucre personas construidas con convicciones y responsabilidad (Cortina y Conill, 1998). El gran reto es formar en los valores y el ámbito educativo es uno de los más propicios para conseguirlo (Carrillo y Alvarez, 1998); necesitamos que en este ámbito la ética transforme y revitalice las instituciones, que su proyección y aplicación trascienda y abarque la vida existencial del hombre en su contexto global, familia, escuela, empresa, sociedad. La realidad ética, esencialmente tiene que ver con la formación de la conciencia de la persona, lo cual es muy delicado pues es aquí donde se juegan las opciones del individuo (Carrillo y Alvarez, 1998) para actuar como sujeto moral en la toma de decisiones; obviamente, la educación comprometida con la formación responsable del hombre debe llevarse a cabo moralmente, esto equivale a que se lleve con altura vital, a pleno pulmón, con riqueza, con innovación, con creatividad, con generosidad, con solidaridad (Cortina y Conill, 1998).
La gestión educativa para que esencialmente cumpla con su función orientadora y transformadora en el proceso educativo debe y puede considerar la aplicación de valores éticos o instrumentales que según García y Dolan (1997) son modos de conductas adecuados o necesarios para llegar a conseguir los valores existenciales; es decir, a través de una gestión educativa coherente, armonizada y fundamentada en valores éticos, debe promoverse la transformación y desarrollo de las inquietudes humanas en respuestas positivas que hagan posible la permanencia y trascendencia del hombre con eficiencia en las organizaciones, que se genere una interrelación continua y progresiva en su trabajo y formación, que prevalezca la continuidad y se haga vitalicio su proceso de aprendizaje en los contextos de su vida. Esto implica ver la relación de la ética con la educación como la gran fuerza en época de crisis de valores para la transformación progresiva de la visión del mundo, de nuestras identidades nacionales y de nuestra conciencia, apoyada en esta relación la gestión educativa debe orientarse hacia la búsqueda de nuevos horizontes para la formación del hombre integral guiado por valores éticos que le permitan consolidar en su contexto sus valores existenciales que lo hagan coherente consigo mismo y con la sociedad.
El trabajo se basó en la investigación documental (Arias, 1999), partiendo de la revisión teórica de literatura relacionada con el tema tratado sobre valores éticos y gestión educativa en su contexto, relacionándolo con la visión global y las tendencias prospectivas sobre los cambios y transformaciones de la sociedad; la investigación se realizó siguiendo un esquema referido a los aspectos conceptuales sobre la ética y su aplicación en la gestión educativa, relacionado en este caso con la crisis de valores como una realidad que puede ser transformada para el surgimiento de nuevos valores sustentados en una conciencia ética.
Pretendemos con este trabajo aportar un enfoque conceptual sobre la visión ética y la necesidad de instrumentar valores en un contexto educativo a través de una gestión educativa orientada en valores éticos para la formación del hombre como proyecto de vida.
El conocimiento, es un elemento trascendental que confiere a las organizaciones poder, prestigio, credibilidad y competitividad, y a los individuos les permite obtener estabilidad en el trabajo, confianza y eleva su autoestima.
Sobre todo en este momento histórico en el que estamos siendo partícipes del paso de una sociedad industrial a la sociedad del conocimiento en la que el recurso más importante es el recurso humano.
La tendencia del siglo XXI conlleva a que los países sólo podrán llegar a su desarrollo (mayormente económico), en la medida que cuenten con una fuerza de trabajo especializado, con un alto nivel de calidad, es por ello que los guías educativos enfatizan los puntos de conexión entre el ético de las escuelas y el éxito en el trabajo (Cornejo, 1994).
Se considera a la información como el factor indispensable de la educación y el pasaporte para entrar en las organizaciones, es la seguridad para no caer en la obsolescencia (Siliceo, 1999).
Las universidades e institutos de educación superior se enfrentan a grandes retos y para ello, deben desarrollar sus programas educativos basados en los múltiples cambios que se están dando a nivel mundial. Las instituciones educativas tienen el compromiso ineludible de constituirse en la primera fortaleza para promover el cambio con criterios de calidad, responsabilidad y eficiencia.
La escuela responsable referida por Drucker (1999), llama a la toma de conciencia en el uso de la tecnología y a la relevancia de asumir en los procesos educativos, los grandes adelantos tecnológicos. De no ser así se producirá un desfase entre ambos, y las escuelas quedarán relegadas o sustituidas por otros sistemas de aprendizaje que se darán en las propias empresas o estudios informales, virtuales y/o personalizados.
La tecnología podrá tener una relevancia extraordinaria pero no será la característica más importante de la transformación escolar. Lo más importante está en representar en papel y la función de la educación, su contenido, su foco, su propósito, sus valores. Lo importante de la tecnología es que nos obliga a hacer cosas nuevas, no que nos capacita para hacerlas mejor (Drucker, 1999).
s culturas regionales, la práctica de una cultura del debate que permite vivir en el riesgo, en la dificultad, en la pregunta y en la búsqueda (Antolinez, Gadna; 1997).
El proceso educativo debe promoverLa educación es un proceso dinámico con características diferentes para todas las épocas, espacios e individuos. A pesar de que es relativo, contiene aspectos constantes en ella y contenidos determinados de un producto social, y recargados de una postura ideológica concreta ya que no existe al margen de la sociedad.
La relación que se ha planteado entre ética y educación, en los últimos tiempos, ha sido desde un punto de vista extremo, a través de manuales o de normas aisladas de un contexto vital y social. De esta manera se ha descentralizado el fundamento de la relación misma: la educación es un proyecto ético.
Educar para la obediencia, para el conocimiento y reconocimiento de la autoridad en el orden del pensamiento, de la interacción social y en la política, ha sido un ejercicio legitimador del poder y del saber que constriñe el deseo, instaura la sumisión y el reconocimiento de la jerarquía entre los hombres como "naturalmente" dado o divinamente recibida. Se puede decir que este tipo de aprendizaje logrado en el ejercicio docente no ha permitido obtener resultados acordes con la realidad mundial ni el logro del desarrollo de un pensamiento solucionador y crítico en el educando.
Otro ingrediente que matiza fuertemente el proceso educativo es que no existe una educación neutra, es decir, que toda educación está comprometida, con una religión, con la política, con una cultura, con una idea.
Si consideramos que educar es dirigir, encaminar, doctrinar, para lograr el desarrollo y perfeccionamiento de las facultades intelectuales y morales del individuo, la educación es uno de los instrumentos que la sociedad ha creado para transmitir, reproducir y proteger sus intereses (sociedad capitalista). De esta manera, educación y moral se vinculan ya que la moral también utiliza a la educación para conseguir sus fines, a través de la educación la moral inculca sus valores.
La escuela es opción de valores, riesgo y compromiso ideológico, político religioso, morales.
Los conocimientos implícitos en el hecho educativo y en la realidad, son todo lo científico que se desee, pero con ello no se justifica la vida, para ello son preciso los valores, las significaciones que damos a la realidad a fin de que nos sintamos fortalecidos por un proyecto vital. De allí que el docente trascienda más por actitud, valores y empatía con el alumno, que por los contenidos curriculares que halla impartido. Siendo lo más llamativo de toda praxis escolar aquello que le confiere sentido a la misma (Ibarra, 1998, p. 98-102).
El nuevo proyecto educativo comprende un proceso más amplio de enseñanza-aprendizaje, pensamiento, libertad y democracia, mediado por el lenguaje, como el elemento propicio para la interacción simbólica e intercambio práctico, que expresen un nuevo espacio ético, y que permitan la construcción del mismo, el reconocimiento del otro y el respeto a la diferencia y posibiliten un clima para el pensamiento propio, el reconocimiento de la un efectivo acceso al conocimiento científico, humanístico, artístico y tecnológico, como condición de desarrollo personal en un mundo cambiante.
La escuela de hoy debe ser capaz de formar personas que sepan desenvolverse y enfrentarse con éxito en la incertidumbre, tomar decisiones, desarrollen satisfactoriamente sus competencias básicas y afiancen su identidad en la pluralidad.
La escuela efectiva, sea a través de régimen formal e informal, debe facilitar tanto el aprendizaje individual como el aprendizaje cooperativo, el cultivo de la autonomía, el ejercicio del diálogo reflexivo y el esfuerzo personal para superar las dificultades momentáneas y durante toda la vida. Para ello debe estar integrada a la cotidianidad y no sólo en los documentos legales que la regulan, sino en los valores propios de una comunidad democrática, equitativa y justa, basados en derechos y deberes de sus miembros para una convivencia respetuosa y feliz.
Las acciones educativas orientadas a la promoción de valores éticos no están circunscritos al ámbito de la escuela, deben abordarse desde los diferentes agentes educativos formales, no formales e informales que inciden en la vida cotidiana, como la familia, instituciones sociales, culturales, políticas, medios de difusión.
Actualmente la educación está llamada a la humanización, impulsada por la abundancia, radicalidad de los cambios estructurales, conceptuales y por la profundización de los abismos sociales, económicos y culturales entre diversos grupos de población en todo el mundo. La educación se vislumbra como un medio indispensable de humanización, como un proceso de aprendizaje permanente y una actitud de autotransformación, aprendizaje y transformación sustentados en compromisos personales de participación social. Es un proceso netamente humano y humanizante, ya que lo constituye la humanización de las relaciones (Benavides, 2000).
La importancia y magnitud de la educación, deben contrarrestar las acciones deshumanizadas y la crisis de valores propios de esta época.
Para Escobar, cuando los valores no se realizan o se postergan, cuando no existe una conciencia de la dignidad humana surge lo que se llama crisis de valores. Hoy se vive una crisis de valores, grandes convulsiones morales que alcanzan todos los ordenes de la existencia humana y que en el campo del espíritu ha determinado una confusión de ideas y valores (Escobar, 2000), Dentro de la lista de crisis de valores planteados por Escobar encontramos: la despersonalización y deshumanización (explotación del hombre por el hombre), estimación de las cosas como mercancía, el amarillismo de la información para el negocio, disolución de todo cuadro de referencia como proceso de la vida, la enajenación del hombre, el consumo o pasión por el dinero, preferencia por el tener sobre el ser, satisfacción de fantasías ajenas al ser.
Ibarra (1998), quien también profundiza sobre la crisis de valores, plantea que la óptica que se tenía de los valores tradicionales y universales, que en otras épocas eran válidas, representativas y propias de cada ideología (idealismo, cristianismo, materialismo), se pierden cada día más, dándose una diversidad de morales dentro de una complejidad social, aunque también se puede hacer referencia a la lucha por lograr una ética global. Igualmente Ibarra realiza una análisis realista sobre a crisis de valores a lo largo de la historia y en una extensión mundial. Dentro de estos señala la tergiversación y corrupción del poder informativo de los diarios y la publicidad como instrumento manipulador y trastocador de la moral individual y social. La música demoníaca y violenta, el libertinaje sexual y la drogadicción, violencia en la televisión, destrucción ambiental, empobrecimiento vertiginoso de una gran mayoría.
Así, la crisis de valores plantea el problema de promover cambios, alternativas para un mejor desarrollo moral, verdaderamente humano para hombres y mujeres. La ética, al reflexionar sobre estos problemas, nos lleva a cobrar conciencia y a pugnar por un mundo mejor (Escobar, 1986, p. 86).
También en el ámbito educativo se observa un marcado deterioro y una crisis de valores. La educación en Venezuela no responde a las necesidades actuales del país, sus resultados son cada vez más pobres y no se relacionan con los recursos que se le designan las estadísticas señalan el creciente deterioro del sistema educativo. Los niveles de deserción y repitencia son alarmantes y los que logran culminar lo hacen con deficiencias. Según afirma Antonio Luis Cárdenas ex-rector de la Universidad de Los Andes, nuestra escuela básica no enseña ni siquiera a leer y a escribir, tampoco lo hace nuestra universidad, aún tratándose en aquellos futuros profesionales que deben ir a enseñar en nuestras pobres escuelas.
Si no se asumen correctivos reales, que contribuyan con urgencia a mejorar la educación de la mayoría, nuestro país jamás podrá salir del estado de pobreza crítica (deterioro individual, económico, educativo, familiar, moral) en el cual se encuentra.
La labor educativa de hoy requiere de docentes responsables con grandes retos en la práctica, la dirección y supervisión de proyectos de educación fundamentados en valores éticos y para la democracia (VII Cumbre Iberoamericana de Educación, 1997). Esta labor requiere de un conjunto de acciones que hagan posible una mayor profesionalización que dignifique la tarea del docente, la promoción de su autoestima, su mayor responsabilidad profesional y moral, logrando de él su aceptación como modelo de aprendizaje humano y social.
GLOBALIZACIÓN, EDUCACIÓN Y VALORES
La globalización es un proceso que genera cambios económicos, políticos, sociales y tecnológicos a nivel mundial, que conlleva cada vez más a una mayor interacción entre unas regiones y otras por muy lejanas que se encuentren bajo el control de las grandes empresas multinacionales. Se reducen las distancias entre países y regiones, contribuyendo así a incrementarse la dimensión de los mercados y la interdependencia económica.
Estamos en un contexto de transición de la sociedad industrial a la sociedad del conocimiento en el que se requiere la innovación, la educación, la experiencia y la creatividad de los individuos. A tales efectos, García, C; (1996), considera que si bien esta transición es crucial para todas las instituciones que conforman la sociedad lo es más para las instituciones cuya materia prima es el conocimiento como lo es el caso de las instituciones educativas.
Los últimos veinte años han sido escenarios de grandes transformaciones en el ámbito de la educación a nivel mundial; sin embargo, éstas no se observan de igual manera en los países desarrollados y en los que no lo están. En los primeros, "el contexto de las presiones de la globalización económica, la emergencia de un nuevo paradigma técnico-económico y las nuevas tecnologías de la comunicación y la información forman parte de los elementos que entraron en juego en este escenario" (García, C; 1996).
En los países más débiles la globalización ha tenido implicaciones sociales regresivas. Es así como Venezuela, ya en la antesala al siglo XXI presenta al igual que otros países de América Latina deficiencias conceptuales que les impiden adecuarse a los cambios exponenciales suscitados por dicho fenómeno, "a pesar de los discursos y proclamas nuestros países languidecen en las garras de una crisis global y estructural" (Pérez, 1999).
Se observa entonces que el país se encuentra en condiciones de atraso en relación a los países más avanzados y con algunos países latinoamericanos en condiciones muy parecidas al nuestro para enfrentar los cambios, la complejidad y la incertidumbre y resulta imperativo propiciar cambios que orienten dicho proceso de manera más justa y más humana, que contribuyan a superar la brecha tecnológica que nos separa de los países más desarrollados y nos impide insertarnos con éxito a la sociedad del conocimiento.
"El mundo de este siglo funciona para pocos y contra muchos. A estos muchos, se les llama excluidos" (Pérez, 1999). Los niños de los países ,más débiles vienen al mundo con una deuda que aplasta sus frágiles espaldas y les va a impedir levantarse a la vida con dignidad. Como dijera Monseñor Pedro Casaldaliga (1997), es el signo de los pobres del tercer mundo nacer endeudado, vivir endeudado, morir endeudado, y estar endeudado así equivale a tener prohibida la vida. En estos países la mayoría de sus habitantes son sobrevivientes, náufragos y bajo estas condiciones no puede ser posible una ética para la vida.
Ante los retos que debe enfrentar la educación en el siglo XXI a nivel mundial la UNESCO ha propiciado avances importantes. Tal es el caso del informe de la Comisión Internacional sobre la Educación para el Siglo XXI en el cual se señala que "en el contexto de la sociedad contemporánea caracterizada por incertidumbres y tensiones ‘todo convida a revalorizar los aspectos éticos y culturales de la educación. Más allá del desarrollo, la educación debe servir para promover el desarrollo humano, mejorar y enriquecer la vida de todos los seres humanos".
A consecuencia de lo expresado anteriormente, la Comisión considera que los principios fundamentales de la educación son aprender a conocer, aprender a hacer, aprender a ser y aprender a vivir juntos.
La educación contribuye al desarrollo integral de cada individuo, a su crecimiento espiritual y corporal, aumento de su inteligencia, sensitividad, sentido ético y responsabilidad personal.
El ser humano, más que una simple fuerza de trabajo, debe ser sobre todo un buen ciudadano. De allí que el informe de la Comisión haga énfasis en la permanencia de los valores. Ya que en este momento histórico de cambio, de tensiones y conflictos que afectan a casi todos los ámbitos de la vida individual y colectiva una de las principales tareas de la educación es profundizar el ideal democrático y considerar el respeto al pluralismo cultural, religioso e ideológico, como garantía para el entendimiento mutuo y la convivencia entre los pueblos.
Observamos entonces que en la sociedad actual, parece se estuviera formando una conciencia ética universal, compatible con la pluralidad de códigos éticos individuales y de credos religiosos, que se expresan a través de los nuevos paradigmas, que en la presente década la ONU y la UNESCO fundamentalmente, han presentado en importantes conferencias internacionales.
Lo cierto es que "la humanidad requiere una ética global, unos valores de dimensión mundial que le sirvan como asideros morales" (Tunnerman, 1998).
Ante la pregunta de cómo construir esa ética global, la Comisión de la UNESCO sobre Cultura y Desarrollo, sugiere que no deberíamos limitarnos a hablar de culturas ya que, en los actuales momentos, existe una cultura cívica global en plena gestación y cambios que contienen elementos que pueden ser incorporados en una nueva ética global. La reivindicación de los derechos humanos y la toma de conciencia acerca de un ecosistema compartido a nivel planetario moldean las expectativas en todas las regiones del mundo e igualmente son manifestaciones de esa cultural global.
Otro aporte importante al respecto, lo constituye la VII Conferencia Iberoamericana de Educación auspiciada por la Organización de Estados Iberoamericanos para le Educación, la Ciencia y la Cultura (OEI) con la finalidad de proponer líneas de cooperación en la educación y analizar lo relacionado con el tema "la educación y los valores éticos para la democracia".
Entre los aspectos más importantes de la misma, se destacan la necesidad de reforzar los valores en el sistema educativo, la necesidad de promover acciones de carácter local y regional orientadas y guiadas por principios éticos de carácter global y universal. Algunos ejemplos al respecto podrían ubicarse en el ámbito de la conservación y utilización adecuada del medio ambiente, el respeto a los derechos humanos, la no discriminación y la promoción de formas de pensar basadas en el compromiso interpersonal, en la responsabilidad individual y colectiva, el respeto al pluralismo, la inversión en educación, la escuela y su entorno, el docente y su formación, los valores y las estructuras curriculares entre otros.
Es notorio entonces que, el propósito de la educación tal como se plantea en foros y conferencias internacionales y a nivel nacional, es precisamente la formación ética de los ciudadanos. Ahora bien, cabría preguntarse si todas estas acciones discursivas, propiciadas por los organismos internacionales mencionados anteriormente contribuirán a futuro, a disminuir la brecha que nos separa de los países más desarrollados, a disminuir los índices de pobreza, y a una verdadera dignificación de lo humano. ojalá no sólo se queden en proclamas, discursos y buenas intenciones tal y como ha sucedido hasta los actuales momentos.
RETOS DE LA GESTIÓN EDUCATIVA EN EL SIGLO XXI
Los rápidos avances científicos y tecnológicos actuales trastocan casi todos los ordenes de la vida individual y colectiva, y trastornan las conductas morales interfiriendo en la construcción del futuro, donde muchos factores se apoyan en esta sensación de vértigo: el temor a las catástrofes o los conflictos que pueden perjudicar su integridad, su sentimiento de vulnerabilidad ante fenómenos tales como el desempleo a causa del cambio de las estructuras del empleo, o un sentimiento de impotencia ante una mundialización en la que sólo parece poder participar una minoría privilegiada; ante este panorama cabría preguntarse: ¿hacia dónde vamos?, ¿con qué herramientas cuenta la sociedad para poder abordar esta complejidad’, cuáles son los retos del hombre ante el déficit ético?
Es el papel que ha desempeñado la educación en los diferentes procesos por los cuales ha atravesado la sociedad, al modificar, cambiar o rehacer el proyecto de sociedad planteado inicialmente por el hombre, así la educación, como elemento catalizador de conflictos, le ha permitido comprenderse a sí mismo y a los demás, mediante un mejor conocimiento del mundo que hoy se hace más complejo y requiere de nuevas valoraciones para asumir y enfrentar los retos.
La educación ha de atender, como misión preferente, a la formación cultural y ética de la persona (Llano, 1994), delineando estrategias que faciliten su humanización al desarrollar y perfeccionar sus facultades intelectuales y morales (Ibarra, 1996).
Para que el hombre pueda comprender la complejidad creciente de los fenómenos mundiales y dominar el sentimiento de incertidumbre que suscita, en primer lugar debe adquirir un conjunto de conocimientos para poder contextualizar los hechos y agudizar un espíritu crítico frente a estos eventos; la educación manifiesta aquí, más que nunca, su carácter insustituible en la formación de juicios, favoreciendo una real comprensión de los hechos más allá de la visión simple o deformante que a veces dan los medios de comunicación, la educación con conciencia ética puede ayudar en la formalidad del sujeto moral.
Las sociedades sienten la imperiosa necesidad de encontrar y crear una educación para la formación en valores, instrumentos, lenguajes y métodos que nos permitan comprender nuestro mundo, y en él, comprendernos a nosotros mismos y a los demás (Benavides, 2000), es decir, la educación ha de contribuir al desarrollo integral de cada individuo, en aspectos tales como el espíritu, cuerpo, inteligencia, sensitividad, responsabilidad personal y espiritualidad.
La comprensión de este mundo exige evidentemente de las interrelaciones del ser humano con su esencia, con su origen, de sacar al hombre de su egocentrismo, para hacerlo consciente de su entorno, de la biodiversidad que es el mundo y del cual él, como único ser humano hasta ahora declarado, es responsable de conservar. De allí el gran reto que la educación enfrenta al requerir organizar la enseñanza a partir de una visión de conjunto de los vínculos que unen al hombre con su hábitat, sembrando una conciencia ecologista donde el criterio internalizado descanse en el lema de "salvar el ambiente es salvar la vida".
La exigencia de una solidaridad a escala planetaria supone, además, superar las tendencias a encerrarse en la propia identidad; interpretarla en su verdadera esencia; entender la identidad no debe ser más que la forma de aceptar las diferencias. Comprender a los demás permite conocerse mejor a sí mismo. Toda forma de identidad es compleja, porque cada individuo se define en relación con el otro, con los otros y con varios grupos de pertenencia. El descubrimiento de la multiplicidad de estas pertenencias conduce a la búsqueda de valores comunes adecuados para establecer la "solidaridad intelectual y moral de la humanidad" (UNESCO, 1998).
La gestión del sistema educativo debe y puede responder a los múltiples retos de la sociedad de la información en función de un enriquecimiento continuo de los conocimientos y del ejercicio de una ciudadanía basada en los valores de convivencia, solidaridad y respeto. La revolución de tecnoinformación constituye el elemento esencial para entender la postmodernidad, en la medida en que crea nuevas formas de socialización, e incluso, nuevas definiciones de identidad individual y colectiva. Esta revolución tecnológica ha suscitado algunos temores: a juicio de algunos, el acceso al mundo virtual puede llevar a una pérdida de sentido de la realidad, a una utilización de los medios de información como simples herramientas para globalizar prácticas poco cónsonas con la ética de la vida, o bien como elementos concentradores de poder. La gestión educativa ha de asumir con gran responsabilidad los nuevos retos, por un lado le corresponde facilitarle a los individuos de todos los estratos sociales una igual participación en los avances tecnológicos, logrando de esta manera disminuir la marginalidad, los niveles de pobreza que cada vez más crecen en forma exponencial; a fin de alcanzar un desarrollo sustentable que enriquezca la vida de todos los seres humanos. Por el otro, que puedan desarrollar una ética de convicción, de hábitos, que le permita, aún siendo libre para decidir, tomar decisiones comprometidas con la sociedad. Así la educación rebasaría las fronteras del aula, sería una educación universal, brindando a cada persona la capacidad de participar activamente en un proyecto de sociedad.
HACIA NUEVOS ENFOQUES PARA GERENCIAR LAS ORGANIZACIONES
Abordar la ética como reflexión de estudio y sus implicaciones en la toma de decisiones para orientar de manera eficiente y real la gestión educativa, supone meditar como los gerentes educativos interpretan la ética organizacional.
Al tendencia de la gerencia hasta ahora, ha sido centrarse en la tecnología, la estructura, los sistemas y procedimientos, más que en las personas. Según Díaz (1999), esto ha llevado a que los principios éticos no jueguen un papel primordial en el quehacer gerencial, y los valores derivados de esa ética sean considerados, incluso, ejercicios retóricos. Sin embargo, la gerencia que se visualiza para el nuevo milenio, es una gerencia centrada en la persona, como ente protagónico del proceso.
Los nuevos paradigmas centrados en el valor del capital humano, buscan desarrollarlo de una manera armónica, de forma tal que el crecimiento sea beneficioso para los intereses organizacionales y para todos los individuos que la conforman. Esta posición del comportamiento organizacional se enmarca en valores humanísticos que permitan volver a reencontrarse con los principios éticos para la transformación de las realidades.
La ética como reflexión lógica, es una realidad eminentemente social, puesto que surge como una fuerza para regular las diferentes relaciones complejas del hombre en sociedad.
En este sentido, toda organización es un sistema social, donde los actos humanos son considerados complejos. La ética tiene como propósito fundamental indagar y explicar "los actos humanos" en todas sus dimensiones: espiritual, afectiva, física, estética y social.
Es urgente una educación comunitaria que tenga como finalidad una democracia que funcione basada en el trabajo, la participación, el respeto, donde los deberes y derechos de los ciudadanos sean la guía permanente de las acciones colectivas, de modo que garantice a todos una vida con dignidad.
Cuando se habla de que la ética busca la rectitud de los actos humanos, es decir, que éstos sean conformes a una actitud responsable, se requiere evitar el engaño, respetando los derechos, manifestando honestidad, sinceridad, asumiendo compromisos, vender confianza, honestidad, actuar con justicia y solidaridad e integridad como manifestación última de todos los valores éticos que identifican su actuación personal, profesional y social.
La ética como herramienta para la toma de decisiones de la gerencia afirma, que debería actuar en un ambiente que no sólo procure el más alto respeto y dignidad de sus empleados, sino que procure que la gestión se presente a la sociedad de manera honrada, veraz, honesta, hacia la consecución del bien social. Los gerentes al tomar decisiones, buscan minimizar el riesgo por medio de la obtención de exhaustivos análisis, demostraciones y proyecciones empíricas. Sin embargo, pocas veces se considera como elemento adicional el sentido ético.
En el lenguaje ético, la dificultad para saber cuando la toma de decisiones es buena o mala es similar a la de preguntarse si un negocio será bueno o malo: no tenemos seguridad, pero tenemos una idea suficiente para saber si una decisión es razonable (la experiencia como referencia juega un papel determinante). Toda decisión conlleva implícita un riesgo, que no sabremos con certeza hasta ejecutar la acción, hasta intentarlo. No basta con contar con las mejores herramientas, para pasar del análisis a la ejecución, hay que estar convencido, hay que prever las consecuencias y responsabilidades. Hay que asumir el riesgo. El paso del ser al deber, hoy se materializa con el poder ser y conlleva riesgos. Esto es lo que básicamente tiene en común la ética y la gestión.
La ética es una fuerza capaz de intervenir en la toma de decisiones adecuadas que se hace más significativa mientras mayor sea la gestión, y que al insertarse en todas las decisiones gerenciales no puede ser considerada como un valor agregado sino como un valor componente de las organizaciones.
En lo relacionado a la gestión educativa, en muchas sociedades subdesarrolladas y particularmente el caso venezolano, sus sistemas educativos, incluyendo el de la educación superior, están más inclinados a la preservación de formas gerenciales tradicionales y metódicas centradas en decisiones autocráticas, fijistas y de escasos rendimientos, aunado a una escasa presencia de valores éticos, que interpreten la realidad educativa desde el punto de vista de una necesidad del ser humano, así como de una escasa visión hacia una tendencia a la innovación y transformación para adaptarse rápidamente a los nuevos paradigmas, enfoques y escenario. Este panorama se presenta todavía, en la antesala del siglo XXI, observado en niveles de pre-escolar, básica, media-diversificada y hasta la educación superior, en los cuales el personal directivo y docente continua haciendo gala de gestión unidireccional de metodología conservadora, en la cual hay ausencia de interacción continua utilizándose el pizarrón y la tiza como recurso instruccional fundamental para impartir conocimientos.
De acuerdo a Ávila (1997, p. 2), el término gestión "comprende los procesos de planteamiento, conducción, seguimiento y evaluación de un conjunto de decisiones y acciones, con el objeto de buscar la solución de distintos problemas y al mismo tiempo para lograr determinados objetivos de una organización comunitaria o individuo".
La gestión debe concebirse como la acción planeada para poner en práctica las decisiones acertadas para dar respuestas a los tipos de problemas, tipos de exigencias y el nivel de organización que las personas necesitan para cubrir sus necesidades. Esto sería realidad si nuestros gerentes asociaran el término profesión con la idea de "servicio", pues, al hablar de las profesiones y gestión existe una conexión entre la práctica profesional y la vocación (ética pensada y práctica) que se tenga hacia ella.
Ante el fenómeno descrito, urge la necesidad de reflexionar sobre el papel de la educación hacia la construcción de una sociedad justa y digna construida en valores éticos que promueva la educación como centro de formación de nuevos conocimientos, transformaciones y cambios sociales. Para el logro de un nuevo paradigma centrado en los valores humanos, es necesaria la introducción de la ética como reflexión para orientar con efectividad la gestión educativa.
La problemática educativa, radica en la forma como se gestionan las diferentes decisiones y las praxis que se general. El problema descansa en la vocación. La palabra "vocación" procede del verbo latino "voco", que significa llamar o convocar. La vocación es el llamado que sentimos en nosotros mismos para profesar un servicio en aras del bien universal. En alemán el término "beruf" tiene el doble significado de "profesión" y "vocación", lo cual remite a una concepción religiosa del trabajo donde Dios le hace un llamado al hombre para que lo cumpla a través del desarrollo de su profesión. Para Weber (1979), "la conciencia de la profesión y vocación está orientada al servicio y responsabilidad social", es una misión que todo ser humano debe descubrir, como forma de realización. La profesión adquiere un carácter sagrado y puro, que se basa en el servicio altruista a la sociedad, para que los demás vivan mejor, el mundo progrese y, consecuentemente, todos progresemos. El que no crece para servir no ha encontrado su llamado para vivir. Por eso en toda profesión-.gestión existe un cumplimiento de deberes y como manifestación de la disponibilidad absoluta al servicio de los demás (sentido ético).
CONCLUSIONES
En un mundo globalizado y altamente competitivo como el de nuestros días, se requiere una recontextualización de la educación que tome en cuenta en primer lugar el contexto y el entorno que la rodean; ya que actualmente, la realidad es impredecible y compleja y demanda una educación posicionada en la historia, la realidad flexible amerita una educación pluralista, la realidad sometida al cambio permanente y profundo reclama una educación innovadora. Por otra parte, las exigencias éticas del medio exigen una educación proactiva y los alcances de la apertura y la globalización promueven una educación integracionista.
En otro orden de ideas, la educación debe asumir una dimensión integral. Es así como los diseños curriculares deben responder a alcances personales que promuevan la autorrealización; sociales, que conlleven a una educación para la convivencia; políticos que propicien una educación para la democracia e históricos, que contribuyan a una educación para el desarrollo humano.
Las nuevas tecnologías constituyen un aspecto de vital importancia para la educación; pero por encima de éstas, la educación fundamentalmente requiere un cambio de mentalidad y de una renovación de sus valores.
La educación es ante todo un proceso de formación de valores, de actitudes y hábitos constructivos. De nada valdría hacer ciencia sin formar conciencia.
Si la educación se orienta a formar personas tiene que proponer implícita y explicativamente una serie de valores como lo son el respeto al otro, la responsabilidad, el trabajo, la justicia, la solidaridad, la convivencia, el amor y la disposición de servir.
La promoción de estos valores con la predicación y el ejemplo conlleva a que los educandos se conviertan en ciudadanos responsables en la toma de sus decisiones personales, capaces de formarse juicios ante la realidad, respetuosos de los demás, dotados de una sana autoestima y posesionados de sus derechos y deberes sociales. Formarse es fundamentalmente construirse como persona, inventarse y desarrollar todas las potencialidades. La auténtica persona se convierte en autor de su propia vida cuando actúa de acuerdo a sus propias convicciones y de manera responsable.
Para esta perspectiva significaría reducir la educación a un conjunto de procesos instruccionales que incluso podrían ser implementados sin educadores dados los avances de la tecnología. Hasta el momento, el acto educativo refleja una influencia innegable del positivismo; en este sentido, se le confiere mayor consideración al resultado administrativo de la acción que al éxito de la enseñanza propiamente dicha; se plantean los éxitos de las asignaturas por objetivos logrados en la acción docente y por los juicios valorativos de las supervisiones de los profesores a los profesores más que por resultados ciertos en el alumno.
Es así como no se ha mostrado interés en cultivar diversos hábitos y actitudes de los alumnos y entre los cuales deberán destacarse la justicia y la prudencia. Uno de los aspectos que conllevan a formar con disposición para la justicia es el desarrollo de la capacidad hermenéutica e interpretativa ante textos de cualquier índole y complejidad. Por parte, la disposición a la prudencia busca perfeccionar la racionalidad de las personas. El cultivo de esta disposición se concreta en tres rasgos humanos: saber escuchar silenciosamente, saber informarse adecuadamente y adquirir la serenidad de espíritu ante situaciones inesperadas.
La recontextualización también requiere ver al hombre como sujeto y objeto de los distintos procesos educativos y de una forma de concebir al mundo en su totalidad en la que el aprendizaje responsa adecuadamente al respeto a la persona humana y a su dignidad.
De igual modo, se requiere formar a nuestros docentes de manera adecuada en su preparación intelectual y en las competencias en el aula. Ekl Estado debe aumentar y racionalizar la inversión en educación; ya que no es suficiente con crear infraestructura y mejorar la gerencia de los docentes. Es tarea impostergable formar docentes que amen el aula, respeten a la persona humana y esto sólo sería posible generando modelos educativos que tengan esas características de respeto, competencia y honestidad intelectual.
De los expresado anteriormente, se puede afirmar que solamente en la medida en que las instituciones educativas promuevan y estimulen el continuo ejercicio de la libertad, la responsabilidad, la participación, la crítica, el servicio y el respeto por l vida, el respeto al otro, el reconocimiento de la cultura regional, nacional y mundial y el pluralismo podrán formar auténticos ciudadanos capaces de convivir en democracia. Sólo si los educadores se esfuerzan por ser ciudadanos y convertir sus aulas en modelos de democracia integral estarán educando para formar un sujeto ético en condiciones de elegir, preferir y valorar. Es nuestra capacidad de elegir lo que nos transforma en poder ser. La internalización de los valores nos prepara para una vida mejor. Al actuar con sentido ético nos convertimos en seres prudentes en condiciones de irradiar un pensamiento nuevo.
Ahora bien, para la formación de un sujeto moral se requiere una ética para la vida, la vida es el soporte de todos nuestros valores y precisamente la ética parte de la necesidad de asegurar la vida. Al observar la realidad latinoamericana y en particular la de nuestro país en la que se observan altor índices de pobreza, desnutrición y desempleo deducimos que en lugar de vida tenemos sobrevivencia, nuestros países están inmersos en una crisis global y estructural.
El reto de convertir a Venezuela en un país productivo con equidad interna; es decir, sin perdedores ni excluidos exige respuestas de orden político, económico y social, pero también respuestas educativas. Si bien es cierto que la educación no va a sacar al país de la crisis, tampoco sabremos de ésta sin el aporte de una educación renovada. La genuina democracia sólo es posible en el marco de la justicia social, pues el primer requisito de la democracia es asegurar la vida y el bienestar de todos. No es suficiente el crecimiento macroeconómico si no conduce a la calidad humana de todos. La esencia del desarrollo debe consistir en que todos los seres humanos vivamos mejor.
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